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Luego, si la fuerza de la imaginación finge placer en estos mismos dolores, ya que pueden conducir a un término dichoso, ¿por qué tacháis de contradictoria e insensata en mi conducta una disposición semejante? Yo amo a Manon, y aspiro a vivir tranquilo y feliz a su lado pasando por mil delores. El camino que sigo es áspero; pero la esperanza de llegar al término lo llena de suavidad; y un momento junto a ella me compensaría sobradamente de todos los pesares que hubiese sufrido por conseguirlo. Todo, pues, aparece igual, de vuestro lado y el mío, con una ventaja de mi parte: que la dicha que yo espero está próxima y la vuestra está lejos; la mía es de la misma naturaleza que los dolores; esto es, sensible al cuerpo, y la otra es de naturaleza desconocida y sólo cierta para la fe." Tibergo se escandalizó de aquel razonamiento.

Retrocedió dos pasos, diciéndome muy seriamente que lo que acababa de decir no sólo hería el buen sentido, sino que, además, era un desdichado sofisma de impiedad y de herejía. "Pues esa comparación—agregó—del término de vuestros dolores con el que ofrece la religión, es una de las ideas más libertinas y monstruosas." "Confieso—repliqué yo—que no es justa; pero curad que no es ella la que basa mis argumentos.

He querido explicar lo que vos juzgáis como una contradicción en la perseverancia de un amor desgraciado, y creo haber probado de sobra que, si la hay, tanto caéis en ella vos como yo. En este resSian