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ro, y no podemos proporcionaros cuerdas ni escalas. Por tanto, no veo medio de ayudaros desde fuera. Dentro de la casa es donde hay que buscar alguna estratagema." "No—repuse ; lo he examinado todo, especialmente desde que mi encierro es menos riguro30 por indulgencia del superior. La puerta de mi cuarto ya no se cierra con llave, y tengo libertad para pasearme por las galerías de los religiosos; pero las escaleras todas tienen gruesas puertas, que están cuidadosamente cerradas noche y día; de suerte que es imposible que la destreza sola pueda salvarme.

Esperad—añadí, después de reflexionar brevemente sobre una idea que me pareció magnífica—.

¿Podríais traerme una pistola?" "Fácilmente—me dijo Lescaut—; pero es que pensáis matar a alguien?" Le aseguré que tan lejos estaba de mi pensamiento la idea de matar a nadie, que, si quería, la pistola podía estar descargada. "Traédmela mañana—agregué, y, por la noche, no dejéis de estar a las once, frente a la puerta de esta casa, con dos o tres amigos; espero poder reunirme con vosotros." En vano insistió para que me explicase con más claridad. Díjele que la empresa por mí concebida podría parecer razonable si resultaba bien. Le aconsejé que abreviara su visita para poder más fácilmente verme al otro día. Entró en San Lázaro por segunda vez con tan poco trabajo como la primera. Su aspecto era muy grave; nadie habría dejado de tomarle por un hombre de honorby