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SEGUNDA PARTE Hay algo admirable en la forma como la Providencia encadena los sucesos. Habíamos andado apenas cinco o seis minutos, cuando un hombre, cuyo rostro no pude descubrir, conoció a Lescaut.

Indudablemente le buscaba por los alrededores de su casa con el siniestro propósito que puso en ejecución. "Es Lescaut—dijo, disparándole un tiro—; va a ir a cenar esta noche con los ángeles." Y salió huyendo inmediatamente. Lescaut se desplomó sin dar señales de vida. Yo insistía con Manon en que huyésemos, pues nuestra ayuda era inútil para un cadáver, y temía ser detenido por la ronda, que seguramente se presentaría de un momento a otro. Con ella y el criado me metí por la primera callejuela transversal. Manon estaba tan enloquecida, que me costaba mucho trabajo sostenerla. Por fin, al extremo de la calle, divisé un coche. Subimos a él. Pero cuando el cochero me preguntó lónde había de llevarnos, quedé perplejo.

No tenía asilo seguro ni amigo alguno de confianza a quien acudir. Me encontraba sin dinero, pues sólo llevaba en el bolsillo una media pistola. El terror y el cansancio habían agotado a Manon de Digially by