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laciones con los asociados del Hotel de Transilvania. Redújeme a jugar en círculos menos conocidos, donde los favores de la suerte me ahorraron la humillación de recurrir a la industria. Iba a la capital a pasar una parte de la tarde y volvía a cenar a Chaillot, muchas veces acompañado por el señor T, cuya amistad con nosotros aumentaba de día en día.

Manon encontró recursos contra el aburrimiento. Entabló relación en la vecindad con algunas jóvenes que la primavera llevó allí. Generalmente empleaban el tiempo paseando y haciendo labor.

Jugaban, dentro de un límite marcado de antemano, y con parte de las ganancias pagaban el coche.

Iban a tomar el aire al bosque de Bolonia, y por la noche, a mi vuelta, yo encontraba a Manon más guapa, más contenta y más apasionada que nunca.

Cerniéronse, sin embargo, algunas nubes, que me hicieron temer por mi felicidad; pero se disiparon por completo, y el carácter alocado de Manon hizo tan cómico el desenlace, que aun encuentro un placer en recordar su ternura y su gracia.

El único criado que teníamos a nuestro servicio me llamó un día aparte y me dijo, con gran azoramiento, que tenía que comunicarme un secreto muy importante. Le animé para que hablara sin ambages. Después de algunos rodeos, concluyó por decirme que un señor extranjero se mostraba muy enamorado de Manon. Sentí precipitarse la sangre en mis venas. "¿Y ella le corresponde?", le inteTally