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que me llevó a la situación en que me visteis en Passy, y, paso a paso, a extremos tan deplorables, que seguramente os costará trabajo creer verdadero mi relato.

Un día que teníamos a cenar al señor T, ofmos el ruido de un coche que se detenía a la puerta de la posada. La curiosidad nos estimuló a averiguar quién era el que llegaba a aquella hora.

Nos dijeron que era el joven G M; es decir, el hijo de nuestro más cruel enemigo, de aquel viejo libertino que me llevó a San Lázaro y a Manon al hospital. Su nombre me hizo enrojecer. "El cielo me lo envía dije a Tpara castigarle por la infamia de su padre. No se me escapará sin que hayamos medido nuestras espadas." El sefor T, que le conocía, y aun era uno de sus mejores amigos, esforzóse en hacerme formar mejor concepto de él. Aseguróme que era un joven muy amable, y tan incapaz de haber intervenido en el comportamiento del padre, que en cuanto le viera le concedería mi estimación y desearía la suya. Después de añadir mil cosas en su favor, me suplicó que le consintiera invitarle a venir con nosotros y a tomar parte en lo que quedaba de nuestra cena. Ante mi advertencia del peligro que supondría para Manon que el hijo de nuestro enemigo conociese su refugio, respondió asegurando por su honor y su fe que, en cuanto nos conociera, no tendríamos defensor más celoso. Después de tales seguridades, no opuse ninguna dificultad.

Antes de presentárnosle, T le puso en antey Ball