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A pesar de lo extravagante, nos pareció aquella una traza admirable. Pero en el fondo había una imprudencia loca, al pensar que, aun cuando resultase lo mejor del mundo, podríamos escapar a las consecuencias. Y, sin embargo, nos expusimos a ellas con la confianza más temeraria.

Manon se marchó con Marcelo, que éste era el nombre de nuestro criado. Yo la vi partir con pena, y le dije, besándola: "No me engañas, Manon? Me serás fiel?" Ella dolióse tiernamente de mi desconfianza, y me renovó sus juramentos.

Su idea era llegar a París a eso de las tres.

Yo, que partí con ella, habría de consumirme la tarde entera en el café de Feré, en el puente de San Miguel. Allí estuve hasta la noche. Salí luego para tomar un coche, que aposté, siguiendo nuestro plan, a la entrada de la calle de San Andrés; en seguida me dirigí, a pie, hasta la puerta del teatro. Mucho me sorprendió no encontrar a Marcelo, que debía estar esperándome.

Tuve paciencia durante una hora, confundido entre una multitud de lacayos y mirando a todos los que salían. Por fin, dieron las siete, y como ro compareciera nadie y nada observara en relación con nuestros planes, me decidí a tomar una butaca para ver si descubría a Manon y a G M en los palcos. No estaban. Volví a la puerta, donde pasé un cuarto de hora más, nervioso de impaciencia y de inquietud. No vienTwin