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"a G M pará que la llevara aquella noche "al teatro, aplazaba para otro día el placer de "verme; y que para consolarme en parte de la "pena que preveía habría de causarme la noticia, "había encontrado medio de proporcionarme una "de las muchachas más bonitas de París, que sería "la portadora de su carta. — Firmado: Tu fiel "amante, "Manon Lescaut." Había algo tan cruel y tan insultante para mí en aquella carta, que, después de permanecer suspenso algún tiempo entre el dolor y la cólera, me decidí a hacer un esfuerzo para olvidar eternamente a mi amada, ingrata y perjura. Fijé mis ojos en la muchacha que tenía delante. Era bonitísima, y yo habría deseado que fuese lo bastante para hacerme a mí perjuro e ingrato tam bién. Pero no encontré en ella aquellos ojos dulces y lánguidos, aquel aire divino, aquella esencia del amor, en fin, aquel fondo inagotable de encantos que la naturaleza prodigara a la perfida Manon.

"No, no—le dije, dejando de mirarla—. La ingrata que os envía sabía demasiado que os obligaba a dar un paso inútil. Volved a ella, y decidle de mi parte que goce de su crimen, y si puede, que goce sin remordimientos. La abandono para siempre, y, al mismo tiempo, renuncio a todas las mujeres, que si no son tan adorables