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to de dinero; que habéis perdido en el juego y que habéis jugado sobre vuestra palabra con la misma mala suerte. Necesitará algún tiempo para llevaros a su caja, y yo tendré bastante para poner en práctica mi idea." T siguió al pie de la letra lo convenido. Le dejé en una taberna, donde escribió la carta. Yo fuí a colocarme a pocos pasos de la casa de Manon. Vi llegar al portador del mensaje, y a G M salir a pie, un momento después, seguido de un lacayo. Después de dejarle tiempo para alejarse de la calle, me adelanté a la puerta de mi infiel amante, y, a pesar de mi cólera, llamé con el mismo respeto que se siente ante un templo. Felizmente, fué a abrirme Marcelo. Le hice seña de que callara. Aun cuando nada tenía que temer de los demás criados, le pregunté en voz baja si podía llevarme al cuarto en que estaba Manon sin que me viese nadie. Respondióme que sería cosa fácil subiendo por la escalera principal sin hacer ruido. "Vamos en seguida—le dije, y procura, mientras estoy allí, que no suba nadie." Penetré en el cuarto sin obstáculo alguno.

Manon estaba leyendo. Entonces tuve ocasión de admirar el carácter de aquella extraña criatura.

Lejos de asustarse y azorarse al verme, no expresó sino esas ligeras muestras de sorpresa que uno no es dueño de contener ante una persona que cree lejos. "¡Ah!, ¿eres tú, amor mío?—me dijo, abrazándome con su ternura de costumbre. ¡Dios mío!, ¡qué atrevido eres! ¿Quién habría de espeLetty