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rarte hoy aquí?" Soltéme de sus brazos, la rechacé con desdén, en vez de corresponder a sus caricias, y retrocedí dos o tres pasos para alejarme de ella. Este movimiento la desconcertó un poco.

Permaneció en la misma postura que se hallaba, y me miró, cambiando de color.

Estaba yo en mi fuero interno tan dichoso de volver a verla, que, a pesar de tantos y tan justos motivos de indignación, apenas podía abrir la boca para recriminarla. Y, sin embargo, mi corazón sangraba con el cruel ultraje que me infiriera. Intenté rememorar sus traiciones para excitar mi desprecio, y traté de que mis ojos brillaran con un fuego distinto del de el amor. Como permanecí callado algún tiempo y ella notara mi agitación, la vi temblar, al parecer, de miedo. No pude soportar aquéllo. "Ah, Manon—le dije con ternura, ingrata y perjura Manon!, ¿por dónde comenzaré a quejarme? Te veo pálida y temblorosa, y soy aún tan sensible a tus menores penas, que temo afligirte demasiado con mis reconvenciones.

Pero no puedo menos de decirte que tengo el corazón traspasado con tu traición; son éstos golpes que no se asestan contra un amante, sino cuando se ha decidido su muerte. Ya es la tercera vez, Manon; las tengo bien contadas; es imposible que lo olvide. Tú eres quien debe considerar, ahora mismo, qué partido quieres tomar, pues mi pobre corazón no puede soportar más tiempo tanta crueldad; siento que está a punto de sucumbir destrozado por el dolor. No puedo más—añadí, sentánSy wally