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semblante estaban tan poco en armonía con su condición, que en cualquier otra circunstancia la hubiese tomado por una joven de alta jerarquía. Su tristeza y la suciedad de su traje y de su ropa interior la afeaban tan poco, que su vista me inspiró respeto y lástima. Procuraba volverse todo lo que la cadena le permitía, para hurtar su cara a los ojos de los espectadores. El esfuerzo que hacía para ocultarse era tan natural, que parecía proceder de un sentimiento de modestia.

Como los seis arqueros, custodios de aquel grupo de desdichadas, estaban también en la habitación, llamé aparte al jefe y le pedf algunos detalles sobre la suerte de aquella linda muchacha. No pudo decirme más que generalidades.

—La hemos sacado del hospital—me dijo—por orden del jefe de Policía. No es probable que estuviese allí encerrada por sus buenas acciones. La he interrogado varias veces en el camino; pero se obstina en no contestarme. Aun cuando nadie me ha dado orden ninguna para tratarla mejor que a las otras, tengo algunos miramientos con ella, pues me parece que vale más que sus compañeras. Ahí tenéis un joven—agregó el arquero que podrá informaros mejor que yo acerca de las causas de su desgracia. La ha seguido desde París sin cesar un momento en su llanto. Debe de ser su hermano o su amante.

Torné mis ojos hacia el rincón del cuarto en que aquel joven estaba sentado. Parecía sumido en una honda preocupación. En mi vida he visto una imaSe batty