Página:Prevost - Manon Lescaut (1919).pdf/196

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
194
 

picó espuelas al caballo. Pero la fortuna despiadada no había escuchado mis ruegos.

Cuando los arqueros se percataron de que cinco jinetes se dirigían hacia ellos, no dudaron un punto que fuera para atacarlos. Se aprestaron a la defensa, preparando sus bayonetas y sus fusiles con aire bastante decidido.

Al ver aquello, que al guardia de corps y a mí nos enardeció, nuestros cobardes compañeros perdieron súbitamente el coraje; se pararon como si estuvieran de acuerdo, y, después de decirse algunas palabras que no oí, volvieron los caballos y tomaron el camino de París a galope tendido.

"¡Dios santo! —dijome el guardia de corps, que parecía tan desesperado como yo ante aquella deserción infame— ¿Qué vamos a hacer? No somos más que dos." La rabia y el asombro me habían dejado sin voz. Me detuve, pensando si mi primera venganza no debía ser perseguir a los cobardes que me abandonaban. Les miraba huir, y, al tiempo mismo, del otro lado, dirigía mi vista a los ar queros; si hubiera podido dividirme, me habría lanzado a la vez contra los dos objetos de mi furor para devorarlos al tiempo.

El guardia de corps, que comprendía mi incertidumbre por la expresión extraviada de mis ojos, me rogó que atendiera a un consejo. "No siendo más que dos me dijo—, sería una locura atacar a seis hombres, tan bien armados como nosotros, De Dotty