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y que, al parecer, nos aguardan a pie firme. Es preciso volver a París y procurarse más suerte en la elección de valientes. Los arqueros no han de poder hacer grandes jornadas con esos dos coches pesados; les alcanzaremos mañana sin mucho esfuerzo.

Reflexioné un momento sobre aquella idea; pero como no veía por todas partes más que motivos de desesperación, tomé una decisión realmente desesperada, que fué dar las gracias a ni camarada por sus servicios, y, lejos de atacar a los arqueros, ir muy sumiso a suplicarles que me recibieran en su grupo para seguir a Manon hasta el Havre en su compañía, y luego ir allende el mar con ella. "Todo el mundo me persigue o me traiciona—dije al guardia de corps—; no puedo confiar en nadie; no espero nada de la fortuna ni de los hombres; mis desdichas han llegado al colmo; sólo me queda el recurso de someterme a ellas. Cierro, pues, los ojos a toda esperanza. ¡Que el cielo os premie por vuestra generosidad! ¡Adiós! Voy a ayudar a mi mala ventura a consumar mi ruina, corriendo a ella valuntariamente." Hizo el guardia mil esfuerzos inútiles para convencerme de que volviera a París, Le supliqué que me dejara seguir mi decisión y que me abandonara inmediatamente, pues temíaque los arqueros continuasen creyendo que intentábamos atacarles.

Me dirigí a ellos, solo, con paso lento, y el rostro tan descompuesto, que no debieron de en