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la felicidad digna de mí, que, según me decía, no podía esperar con ella.

A despecho de la suerte más cruel, yo hallaba mi felicidad en sus miradas y en la certidumbre que tenía de su amor. Había perdido, s verdad, todo lo que estiman los demás hombres; pero era dueño del corazón de Manon, único bien que yo estimaba. Vivir en Europa, vivir en América, ¿qué me importaba el sitio si estaba seguro de ser feliz viviendo con mi amante? ¿No s todo el universo la patria de los amantes fieles?

¿No encuentran uno en otro padre, madre, parientes, amigos, riqueza y felicidad?

Si algo me causaba inquietud, era el temor de ver a Manon expuesta a las necesidades de la indigencia. Me imaginaba ya con ella en una región inculta y habitada por salvajes. "Estoy seguro decía yo que no los habrá tan crueles como G M y mi padre. Por lo menos, nos dejarán vivir en paz. Si lo que cuentan de sus costumbres es cierto, siguen las leyes de la naturaleza. No conocen los furores de la avaricia, que dominan a G M; ni tienen las ideas fantásticas del honor, que me han acarreado la enemistad de mi padre; no molestarán a dos amantes, a los que han de ver vivir con tanta sencillez como ellos. Por aquel lado, pues, estaba tranquilo.

Pero no me hacía ilusiones novelescas en cuanto a las necesidades comunes de la vida. Ya había tenido ocasión de experimentar que hay necesiTitty