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pues, dónde podemos ir. ¿Ves tú algún recurso?

¿No vale más que tú trates de vivir aquí sin mí, y que yo entregue voluntariamente mi cabeza al gobernador?" Aquella proposición no logró sino aumentar su anhelo de partir: fué preciso seguirla. Aún tuve la suficiente entereza para coger algunos licores fuertes que quedaban en mi cuarto y todas las provisiones que pude meterme en los bolsillos. Dijimos a los criados, que estaban en la habitación próxima, que nos íbamos de paseo (lo hacíamos todos los días), y nos alejamos de la ciudad con más presteza de lo que parecía permitir la debilidad de Manon.

Aun cuando permanecía, irresoluto acerca del lugar de nuestro retiro, no dejaba de tener dos esperanzas, sin las cuales hubiera preferido la muerte a la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir a Manon. En los diez meses que llevaba en América, había yo adquirido el suficiente conocimiento del país para no ignorar cómo se amansaba a los salvajes... Podía uno ponerse en sus manos sin correr a una muerte cierta. Hasta había aprendido algunas palabras de su idioma y alguna de sus costumbres en las varias ocasiones que tuve de verlos.

Además de este triste recurso, tenía otro por parte de los ingleses, que también poseen colonias en aquella parte del Nuevo Mundo. Pero me asustaba la distancia; teníamos que atravesar, hasta sus colonias, campos estériles de varias jorSally