ducta intachable. Me quería con una ternura extraordinaria. La vista de una tan linda muchacha como la señorita Manon, mi apresuramiento por acompañarla y el empeño que tuve en deshacerme de él, procurando alejarle, le hicieron sospechar algo de mi amor. No se atrevió a volver a la posada donde me había dejado, temiendo ofenderme; pero fué a mi casa y allí me esperó hasta que llegué, ya dadas las diez de la noche. Su presencia me apesadumbró. Pronto advirtió la contrariedad que me causaba.
—Estoy seguro—me dijo sin rodeos—de que estáis fraguando un plan que queréis ocultarme: lo veo en vuestra actitud.
Respondile con bastante brusquedad que no me creía obligado a darle cuenta de mis propósitos.
—No—repuso; pero siempre me habéis tratado como amigo, y en calidad de tal creo que merezco un poco de confianza y franqueza.
Insistió tanto en que le descubriese mi secreto, que, como no acostumbraba tener reserva alguna con él, le conté al detalle mi pasión. Recibió mi confidencia con un aire de descontento que me hizo estremecer. Sobre todo, me arrepentí de la indiscreción con que le había descubierto el propósito de fuga. Me dijo que era demasiado amigo mío para no oponerse a ello con todas sus fuerzas; que primero quería recordarme todo lo que él juzgaba capaz de hacerme desistir de aquela empresa; pero que si desde luego no renunciaba a aquella locura, advertiría a personas que pugially
