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llorar, asegurándome que no era culpa suya y que la señora la había prohibido ir a abrir la puerta hasta que el señor de B hubiese salido por la otra escalera que daba al gabinete. Quedé tan aturdido, que no tuve valor para entrar en la casa.

Tomé el partido de marcharme, pretextando un asunto, y ordené a aquella niña que dijese a su ama que volvería al momento, pero que se callase que me había hablado del señor de B.

Mi abatimiento era tan grande, que bajé la escalera llorar.do, sin saber aún de qué sentimiento procedían mis lágrimas. Entré en el café más cercano, me senté en una mesa y, con la cabeza apoyada en las manos, púseme a inquirir lo que pasaba en mi corazón. No me atrevía a recordar lo que acababa de oír. Quería considerarlo como una ilusión, y a punto estuve, dos o tres veces, de volver a mi casa aparentando no haber oído nada. Me parecía tan imposible que Manon me traicionase, que temía ofenderla sospechando de ella. La adoraba, esto era cierto; nunca le había dado más pruebas de amor que había recibido de ella; ¿por qué acusarla de ser menos sincera y constante que yo? ¿Qué razón la habría inducido a engañarme":

No hacía tres horas que me colmara de caricias y recibiera las mías con transporte; yo no conocía mejor mi corazón que el suyo. "No, no—me dije; no es posible que Manon me traicione. No ignora que sólo vivo para ella; sabe de sobra que la adoro; esto no es un motivo para que me odie." Sin embargo, la visita y la salida furtiva del seThis ixcally by :

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