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ella, of ruido como de varias personas que subían la escalera. Llamaron con suavidad a la puerta.

Manon me dió un beso y, soltándose de mis brazos, entró rápidamente en el gabinete, cerrando la puerta tras de sí. Yo me figuré que, por estar un poco descompuesta, querría ocultarse a los ojos de los extraños que llamaban. Fuí yo mismo a abrir.

Apenas hube abierto, me vi cogido por tres hombres, a los que reconocí como los lacayos de mi padre. No me hicieron violencia alguna; pero dos de ellos me sujetaron por los brazos, mientras el tercero registraba mis bolsillos y sacaba de ellos un cuchillito, que era la única arma que llevaba encima. Me pidieron perdón por la necesidad en que se veían de faltarme al respeto; me dijeron, naturalmente, que obraban por orden de mi padre, y que mi hermano mayor me esperaba abajo en un coche. Estaba tan aturdido, qué me dejé llevar sin responder. Mi hermano estaba esperándome, efectivamente. Me metieron en el coche, a su lado, y el cochero, que ya tenía orden de lo que había de hacer, nos condujo a todo correr hasta SaintDenis. Mi hermano me abrazó con ternura, pero no me habló una palabra; así que tuve todo el espacio necesario para pensar en mi infortunio.

Encontré primero en aquel trance tanta obscuridad, que no veía ni un rayo de luz que diese lugar a la menor conjetura. Me habían traicionado cruelmente; ¿pero quién? Tibergo fué el primero que se me vino a las mientes. "Traidor!—me deDizaly