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pronto o más tarde me reconocerían, y me vería expuesto constantemente a la desgracia que ya sufriera. Dióme ella a entender que le causaría pena salir de París. Temía yo tanto apesadumbraria, que no había riesgo que, no despreciara por complacerla; sin embargo, adoptamos un término razonable, que fué alquilar una casa en un pueblecito cerca de París, desde el cual nos sería fácil ir a la ciudad cuando nos viniera en gana o tuviésemos necesidad. Elegimos Chaillot, que no está lejos.

Manon volvió a su casa inmediatamente. Yo fuí a esperarla ante la puerta pequeña del jardín de las Tullerías.

Volvió una hora más tarde, en un carruaje de alquiler, con una doncella que estaba a su servicio y algunos baúles, en donde había guardado sus vestidos y todo lo que tenía de algún valor.

No tardamos mucho en llegar a Chaillot. La primera noche la pasamos en la posada, para tener tiempo de buscar una casa, o, por lo menos, un piso cómodo. Al día siguiente encontramos una muy de nuestro gusto.

Ya vefa yo mi dicha afirmada de modo inquebrantable. Manon era la dulzura y el agrado en persona. Tenía conmigo atenciones tan delicadas, que me creía indemnizado de todos mis sinsabores.

Como los dos teníamos un poco más de experiencia, reflexionamos sobre la solidez de nuestra fortuna. Sesenta mil francos, que era lo que constituía nuestra fortuna, no son una cantidad que pueda durar toda la vida. Además, no estábamos Tabathy