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cio. "Mirad—le decía, mostrándole los ojos de la mía y decidme si no hay falta que esté justificada por causa tan bella." El lo tomaba con paciencia, que llevó hasta el extremo; pero cuando vió que mis riquezas aumentaban, y que no sólo le había devuelto sus cien pistolas, sino que, después de alquilar una nueva casa y duplicar mis gastos, me hundía de nuevo en los placeres, cambió en absoluto de tono y maneras; se quejó de mi terquedad, me amenazó con el castigo del cielo, me auguró una parte de las desgracias que no tardaron en sucederme.

"Es imposibleme dijo que el dinero con que sostenéis vuestro desorden sea de procedencia legítima. Lo habéis adquirido de mala manera y os será arrebatado del mismo modo. El mayor castigo de Dios sería dejaros disfrutarle tranquilamente. Todos mis consejos—agregó—han sido inútiles; preveo que no tardarán en ser importunos. Adiós, amigo ingrato y débil. ¡Ojalá vuestros placeres criminales se desvanecieran como una sombra! ¡Ojalá vuestra suerte y vuestro dinero desapareciesen sin remedio y os quedaseis solo y desnudo, para comprender la vanidad de los bienes que locamente os han embriagado! Entonces me encontraríais dispuesto a amaros y a serviros; pero hoy rompo toda relación con vos y abomino de la vida que lleváis." Me dirigió la arenga apostólica en mi mismo cuarto y en presencia de Manon. Se levantó para marcharse. Quise detenerle, pero me contuvo Mabally —1 M V