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non, diciéndome que era un loco y que más valía dejarle salir.

Su discurso no dejó de causarme alguna impresión. Recuerdo las varias ocasiones en que mi corazón se sintió algo inclinado al bien, porque a este recuerdo he debido después una parte de mi fuerza en las circunstancias más amargas de mi vida.

Las caricias de Manon disiparon en un momento la tristeza que me causara aquella escena. Continuamos gozando una vida tramada de placeres y amor.

El aumento de nuestras riquezas redobló nuestro afecto. Venus y la Fortuna no tenían esclavos más felices. ¡Oh, Dios! ¿Por qué decir que el mundo es un lugar de miseria si en él pueden gustarse tales delicias? Pero, jay!, que pasan demasiado de prisa. ¿Qué otra felicidad querría uno procurarse si tales delicias duraran? Las nuestras corrieron la suerte común: fueron cortas y seguidas de amargos remordimientos.

Había logrado ganancias tan considerables en el juego, que yo pensé en colocar parte de mi capital.

Los criados no ignoraban mi buena suerte; sobre todo mi ayuda de cámara y la doncella de Manon, delante de los cuales hablábamos sin desconfianza.

Esta última era una muchacha bonita; mi criado estaba enamorado de ella. Tenían que habérselas con amos jóvenes y poco serios y pensaron que podrían engañarlos fácilmente. Se lo propusieron, y ejecutaron su propósito con tanta desgracia Teen