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primera, para divertirnos con la graciosa escena de hacerme pasar por un estudiante hermano de Manon, y segunda, para evitar que el viejo libertino se tomase demasiadas libertades con mi amante, por el derecho que le daba, a su juicio, haber pagado de antemano con tanta liberalidad. Lescaut y yo debíamos retirarnos cuando él subiera al cuarto donde pensaba pasar la noche, y Manon nos prometió que, en vez de seguirle, saldría para pasarla conmigo. Lescaut se encargó de tener un coche dispuesto en la puerta.

Llegó la hora de la cena, y el señor G de M no se hizo esperar mucho. Lescaut estaba en la sala con su hermana. El primer cumplimiento del viejo fué ofrecer a la hermosa un collar, brazaletes y pendientes de perlas, que valdrían por lo menos mil escudos. En seguida le contó, en buenos luises de oro, la suma de dos mil cuatrocientas libras, que constituían la mitad de la pensión. Sazonó su regalo con un sinnúmero de cumplidos del gusto de la antigua corte. Manon no pudo negarle algunos besos, que eran otros tantos derechos que adquiría sobre el dinero que él entregaba en sus manos. Yo estaba en la puerta, aguzando el oído y esperando a que Lescaut me avisara para entrar.

Fué a buscarme cuando Manon tuvo seguros el dinero y las joyas, y conduciéndome hacia el señor G de M, me ordenó que le saludase.

Hice dos o tres reverencias de las más profundas.

"Perdonad, señor; es un niño. Está muy lejos de Twenty