Página:Prevost - Manon Lescaut (1919).pdf/89

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
87
 

de nuestra historia. Tomó la decisión, en vista de ello, de mandarnos prender y tratarnos, no como criminales, sino como libertinos incorregibles. Aún estábamos en el lecho un día, cuando entró en nuestro cuarto un oficial de Policía con media docena de guardias. Se apoderaron primeramente del dinero nuestro; es decir, del del señor G de M, y después de obligarnos a salir de la cama a toda prisa, nos condujeron a la puerta, donde encontramos dos coches; en uno metieron a la pobre Manon, sin decir una palabra, y en el otro me llevaron a mí a San Lázaro.

Es preciso haber pasado por tan amargos trances para comprender la desesperación que causan.

Los guardias tuvieron la crueldad de no permitirme abrazar a Manon ni decirle una palabra. En mucho tiempo no supe qué había sido de ella. Seguramente fué para mí una suerte no saberlo, desde luego, pues una catástrofe tan grande podría haberme hecho perder el sentido y acaso la vida.

Me arrebataron, pues, a mi desgraciada amante ante mi vista, y fué conducida a un sitio que me horroriza nombrar. ¡Qué suerte para una criatura adorable, que hubiera ocupado el primer trono del mundo si todos los hombres tuviesen mis ojos y mi corazón! No la trataron bárbaramente, pero la encerraron en un calabozo, sola, y condenada a cumplir diariamente un cierto trabajo, como condición para obtener una comida repugnante. Este detalle lo supe algún tiempo después, cuando hube sufrido varios meses de ruda y enojosa penitencia.

Sally