Página:Prevost - Manon Lescaut (1919).pdf/90

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
88
 

Como los guardias no me dijeron el sitio donde tenían orden de conducirme, sólo lo supe a la puerta de San Lázaro. En aquel momento hubiera preferido la muerte al estado en que me veía próximo a caer, pues tenía formado un concepto terrible de aquella casa. Mi terror aumentó cuando los guardias, al entrar, me registraron otra vez los bolsillos, para convencerse de que no tenía ningún arma ni medio alguno de defensa.

El superior se presentó al instante; ya tenía noticia de mi llegada. Me saludó con mucha dulzura.

"Padre mío—le dije—, nada de indignidades, pues perdería mil vidas antes que soportar una sola de ellas." "No, no, señor—ane respondió—; adoptaréis una conducta seria, y estaremos contentos uno de otro." Me rogó que subiera a un cuarto alto. Seguíle sin resistencia. Los arqueros nos siguieron hasta la puerta, y después de entrar, el superior les indicó que se retiraran.

"Soy, pues, vuestro prisionero?—dije—. Bueno, padre mío, ¿qué pretendéis hacer conmigo?" Me dijo que le agradaba mucho verme en aquel tono razonable; que su deber sería tratar de inspirarme el gusto de la virtud y de la religión, y el mío, aprovechar sus exhortaciones y sus consejos; que a poco que yo respondiese a las atenciones que él había de tener conmigo, no hallaría sino placer en mi soledad. "¡Placer!—repuse. No sabéis que solo hay una cosa en el mundo que pueda proporcionármelo." "Ya lo sé—replicó—; pero tengo la esperanza de que cambie vuestra inclinación." Su try