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Entretanto, el señor G de M se colocaba la peluca y se arreglaba la corbata, y en su furor, al verse tan maltrecho, ordenó al superior que me encerrase con más rigor que nunca y que me infligiese todos los castigos propios de San Lázaro.

"No, señor—respondióle el superior, con las personas de la cuna del caballero no empleamos esos sistemas. Además, es tan bondadoso y tan correcto, que no puedo comprender que haya llegado a este extremo sin razón justificada." Aquella respuesta acabó de desconcertar al señor G de M, Salió diciendo que él sabría doblegar al superior, y a mí, y a todos los que se atrevieran a resistírselle.

El superior ordenó a los religiosos que le acompañaran, y se quedó solo conmigo. Me conjuró a que le dijera inmediatamente cuál era la causa de mi arrebato. "Padre mío—le dije, llorando como un niño—, figuraos la crueldad más horrible, imagináos la más abominable de las barbaries: esa es la acción que el indigno G de M ha tenido la cobardía de cometer. Me ha traspasado el corazón! No me reharé jamás. Voy a contaros todo —añadí sollozando—. Sois bueno y tendréis lástima de mí." Le hice un relato sucinto de la insuperable pasión que sentía por Manon, de la situación boyante de nuestra fortuna antes de ser desvalijados por nuestros criados, de los ofrecimientos que G de M hiciera a mi amante, del trato que estipularon y de la manera cómo se rompió. Le pinté Diy iaal by