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las cosas, dicho sea en verdad, por el lado más favorable a nosotros. "Ya veis—continué el origen del celo del señor G de M por mi conversión. Ha tenido influencia para hacerme encerrar aquí por motivos de venganza. Yo se lo perdono; pero, padre mío, no es esto todo: ha hecho prender cruelmente a la mitad más querida de mí mismo y la ha hecho encerrar en el hospital; además de ello, ha tenido la desvergüenza de decírmelo hoy con sus propios labios. ¡Al hospital, padre mío!

¡Cielos! ¡Mi dueña encantadora, mi reina querida en el hospital, como la más infame de las criaturas! ¿De dónde sacaré yo fuerza para no morirme de dolor y de vergüenza?" Viéndome el buen padre en aquel estado de aflicción, trató de consolarme. Me dijo que era muy otro del que yo le mostraba el concepto que él se había formado de mi aventura; ciertamente supo que yo vivía una vida desordenada; pero imaginábase que lo que indujo al señor G de M a interesarse por mí era alguna relación de amistad con mi familia; que él así lo dió a entender; que cuanto yo le había referido haría cambiar el asunto, y que no dudaba de que contándole todo, punto por punto, al jefe de Policía, me fuese fácil obtener la libertad.

Preguntóme en seguida por qué no había pensado enviar noticias mías a mi familia, puesto que ella no había tenido parte alguna en mi cautiverio. Respondí que no lo hice temiendo el dolor que causaría a mi padre y la vergüenza que habría de on