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PIGAFETTA

§ II. Se comprende fácilmente que el precio de estos géneros debía de ser muy bajo originariamente, y que la necesidad de pagarlos muy caros era una consecuencia de los gastos de transporte y de los riesgos que se corrían, ya en el mar Rojo, ya en los desiertos, además de la ganancia con que se quedaban aquellos por cuyas manos pasaban. Sabemos por un tal Bartolomé Florentino, negociante, que residió veinticuatro años en las Indias, al fín del siglo XV, que pasaban por doce manos diferentes antes de llegar a nosotros, y que cada uno ganaba el décuplo por lo menos;[1] pero sobre todo el monopolio elevaba excesivamente el precio.

Cuando los insociables árabes hubieron anulado totalmente el comercio del mar Rojo, los genoveses se asociaron al emperador cismático de Constantinopla para establecer el comercio exclusivo en la parte del mar Negro, por Tartaria y Persia; y cuando el sultán del Egipto, después de haber sojuzgado a los árabes, abrió de nuevo el camino del Nilo, los venecianos, sus aliados, se apoderaron del comercio de los genoveses y fueron los únicos que suministraron a Europa entera géneros de la India. En fin, por un lado o por otro el monopolio hacía tributarias de los italianos a todas las naciones. Añádase a esto que hacia mediados del siglo XVI los moros, después de conquistado las islas que casi exclusivamente producían las especias, aumentaron el precio, pues conocían su valor mejor que los indígenas.[2]


  1. Así se encuentra anotado en el mapamundi de Behaim, del que hablaré en el párrafo XII.
  2. Los historiadores nos hablan de la invasión de los musulmanes en las Molucas; tenemos un testimonio en nuestro mismo autor: Sonó forsi cinquanta anny — dice — chequesti mori habitano in Malucho prima li habitavano gentilli (Pág. 203.) Transcribo literalmente las palabras del manuscrito de Pigafetta, y así lo haré, siempre que haya ocasión, para dar idea de su estilo.