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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

«Ninguna escritura profética debe estar sujeta a una explicación privada, ya que una profecía nunca fue traída por voluntad humana, sino movida por el Espíritu Santo habló de Dios a esos hombres san tos»[1]. Y el Espíritu que habló a los hombres a través de los profetas es el mismo que «abrió» a los Apóstoles «su mente a la inteligencia de las Escrituras»[2], y constituyó a la Iglesia mensajera, intérprete y custodia de la revelación, para que pudiera ser «columna y fundamento de la verdad»[3].

Entonces, aquellos en quienes la gloria de Efrén más se refleja, soportan, como corresponde, el peso de este honor. Queremos hablar de la ilustre familia de monjes, que, nacidas con Antonio y Basilio e Oriente, se extendieron luego por varias ramas en los países de Occidente y por muchos títulos son alabadas por la sociedad cristiana. Los seguidores de la perfección evangélica nunca dejan de fijar su mirada en el anacoreta de Edesa y de imitarlo. De hecho, cuanto más útil sea el monje para la Iglesia, más, ante Dios y los hombres, mostrará en sí mismo lo que significa su hábito, es decir, si, como decían los antiguos Padres de Oriente, sea «hijo de la promesa» e igualmente, como lo definíó San Nilo el Joven, «Ángel, cuyas obras son misericordia, paz y sacrificio de alabanza»[4].

Finalmente, Venerables Hermanos, todos aquellos que están al frente, tanto del clero como de los fieles, deben aprender del Beato Efrén que el amor por la patria terrenal, cuyos deberes se basan en la práctica de la doctrina cristiana, no debe separarse del amor por la patria celestial, y mucho menos anteponerlos. Pues, el amor de esta patria no es otro que el dominio íntimo de Dios en las almas de los justos: un dominio que comienza aquí y que será perfecto en el cielo. La Iglesia Católica es verdaderamente la imagen mística de esta patria, porque, sin distinción de naciones e idiomas, da la bienvenida a todos los hijos de Dios en una familia bajo un solo Padre y Pastor.

  1. II Petr. I, 20-21.
  2. Luc. XXIV, 45
  3. I Tim. III, 15.
  4. S. Barthol. Crypt. Abb., in Vita S. Nili Iunioris.