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Acta de Benedicto XV

espejo de los monjes, guía de los penitentes, espada y flecha contra los herejes, arca del tesoro de las virtudes, templo y lugar de descanso del Espíritu Santo»[1]. En verdad, no es posible alabar más a un hombre, que se consideraba insignificante como el más pequeño de todos y el más miserable de los pecadores.

Dios, que "exaltó a los humildes", honra al Beato Efrén con excelente gloria y lo propone a nuestro siglo como médico de la sabiduría divina y modelo de las virtudes más elegidas. Y hoy es el momento más oportuno para presentar este modelo, ya que, después de terminar esta terrible guerra, parece que nace un nuevo orden de cosas para las naciones y particularmente para los pueblos de Oriente. Venerables Hermanos, una tarea realmente inmensa, y llena de dificultades, se nos impone a Nosotros, a cada uno de vosotros y a todos los hombres de buena voluntad, la de restaurar en Cristo lo que queda de la civilización humana y social, y devolver a Dios y a la Santa Iglesia de Dios la extraviada humanidad: a la Iglesia Católica, queremos decir pues, si bien las instituciones del pasado se desmoronan y reina la confusión general tras los trastornos políticos, es la única que no vacila y mira con confianza hacia el futuro: la única nacida para la inmortalidad, fundada en la palabra de Aquel que le dijo al beatísimo Pedro: "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella"[2].

Que todos los que en la Iglesia tienen la tarea de enseñar a otros puedan seguir los pasos de San Efrén; que aprendan de él el celo incansable con el que deben dedicarse a predicar la doctrina de Cristo; de hecho, la piedad de los fieles no puede dar ningún fruto duradero si no está profundamente anclada en los misterios y preceptos de la fe. Ppor tanto, aquellos que tienen la tarea oficial de enseñar las ciencias sagradas, aprendan del ejemplo del Doctor de Edesa a no distorsionar, según la arbitrariedad de sus ideas personales, las Sagradas Escrituras, y no apartarse en sus comentarios ni un clavo del sentido tradicional de la Iglesia

  1. S. Io. Chrys., Orat. de consumm. saec.
  2. Matth. XVI, 18.