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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

«Te saludo, oh reyes santos, oh apóstoles de Cristo», dice al coro de los apóstoles: «Te saludo, luz del mundo ... la lámpara es Cristo, el candelabro es Pedro, el aceite es el don del Espíritu. Santo. Salve, oh Pedro, puerta de los pecadores, lenguaje de los discípulos, voz de los predicadores, ojo de los apóstoles, guardián del cielo, el primero de los portadores de las llaves»[1]. Y en otra parte: «Bendito eres, oh Pedro, cabeza y lengua del cuerpo de tus hermanos, de ese cuerpo, digo, que está compuesto por los discípulos, cuyos ojos son los hijos de Zebedeo. Benditos también los que contemplan el trono del Maestro, y piden ese trono para sí. Escuchas la verdadera voz del Padre a favor de Pedro, quien se convierte en una piedra firme»[2]. En otro himno, el Señor Jesús habla así a su primer Vicario en la tierra: «Simón, mi discípulo, te constituí fundamento de la santa Iglesia, te llamé de antemano piedra para apoyar todo mi edificio. Eres el inspector de los que me edifican la Iglesia en la tierra. Si quisiesen edificar algo reprobable, tú, que he sido establecido por mí como fundamento, retíralos. Tú eres la cabeza de la fuente de la que proviene mi doctrina; eres la cabeza de mis discípulos; a través de ti pagaré a todas las naciones. Esa dulzura vivificante que yo otorgo es tuya. Te elegí porque eras, en mi diseño, como el primogénito y el heredero de mis tesoros. Te he dado la llave de mi reino, y he aquí, te hago señor de todos mis tesoros»[3].

Mientras reconsideramos todas estas cosas en nuestras profundidades, oramos con lágrimas a Dios, infinitamente bueno, para traer a los orientales, que hace largo tiempo, contra la doctrina de sus antiguos padres que hemos recordado, se apartaron de lamentablemente de la sede del Beato Pedro, vuelvan al abrazo de la Iglesia, en la que, como testifica Ireneo, habían recibido por el magisterio de Policarpo las doctrinas del Apóstol Juan: «es indispensable que, en virtud de su supremacía, toda Iglesia esté en comunión, y también los fieles del mundo entero»[4].

  1. S. Ephr. Encom. in Petrum et Paulum.
  2. Cf. Rahmani, Hymni Ephr. De Virginitate, p. 45.
  3. Lamy, 8. Ephr. Hymn. et Serm. Vol. i, pr. 411.
  4. S. Iren. C. haer. 1. III, c. III.