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Acta Apostolicae Sedis - Commentario Oficial

bien atestiguado por Ignacio Teoforo, que vivió poco después de la generación de los Apóstoles. En la admirable carta que envió a la Iglesia de Roma durante el viaje, y en la que anunció su llegada a Roma para sufrir el martirio en nombre de Cristo, dio un hermoso testimonio de la primacía de esa Iglesia sobre todas las demás, llamándola «la que preside la asamblea universal de la caridad»[1]. Con esto quiso decir que la Iglesia universal debe ser vista no solo como una imagen de la caridad divina, sino también que el más bendito Pedro, junto con su primacía, legó su amor por Cristo a la Sede de Roma, afirmado con una triple confesión, para inflamar las almas de todos los fieles con el mismo fuego.

Profundamente convencidos de esta doble característica de la autoridad papal, los primeros Padres, especialmente aquellos que ocupaban las más famosas sedes de Oriente, cuando se veían perturbados por oleadas de herejías o discordia interna, solían recurrir a esta Sede Apostólica, la única capaz de asegurar la salvación en situaciones extremadamente críticas. Se sabe que Basilio Magno[2] y el gran defensor de la fe de Nicea, Atanasio[3], así como Juan Crisóstomo[4] lo han hecho. Estos Padres, mensajeros de la fe ortodoxa, de los consejos de los obispos apelaron al juicio supremo de los pontífices romanos, según las prescripciones de los antiguos cánones[5]. ¿Quién podría decir que estos Papas han fallado en algún momento en el mandato recibido de Cristo para confirmar a los hermanos? De hecho, para no faltar a este deber, algunos marcharon sin temor al exilio, como Liberio, Silverio y Martin; otros defendieron valientemente la fe ortodoxa y a sus partidarios, que habían apelado al Papa para reclamar el recuerdo de los que habían muerto. Por ejemplo, Inocencio I[6], que ordenó a los obispos de Oriente que insertaran nuevamente el nombre de Crisóstomo en los dípticos litúrgicos, y que lo mencionaran junto con los Padres ortodoxos durante el sacrificio sagrado.

  1. S. Ign., Epist. ad Rom.
  2. S. Basil. Magn., Epist. cl. II, ep. 69.
  3. S. Felicis II Epist. et Decr. — Epist. Athanas. et episcop. Aegyptior.
  4. S. Ioan. Chrys., Ep. ad Innocent. episc. Rom.
  5. Sardic. can. 3, 4, 5.
  6. Theodoret. 1.V, c. 34.