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—El señor tiene razón —contestó la abuela. Aprovecharemos esta ocasión para ofrecerle la casa.

Subieron en la carromata y yo me senté junto al cochero.

Y entramos en el pueblo.


III

Cerca de la playa y en medio de altos y elegantes cocoteros, plátanos, boñgas y cañas, se hallaba una modesta casa de nipa de sencillísima construcción. Un jardín la aparta del camino, si jardín pueden llamarse, en donde vegetan, gracias no a los asiduos cuidados, sino a la fertilidad del clima dos o tres rosales de Alejandría, azucenas, margaritas y girasoles plantados en ollas de barro y sostenidos por pedacitos de caña coronados con cáscaras de huevos de gallina. Crecía la yerba por todas partes si bien que se notaba que por un extremo comenzaban los trabajos o los cuidados. Un viejo y carcomido cerco de caña sostenido por los arbolillos de gumamela, adelfa y sampaguita ocultaba a los ojos del caminante los habitantes de aquel jardín.

Un sendero estrecho y pedregoso conducía a la casita a la que se subía por una escalera mitad piedra, mitad madera compuesta de unos diez peldaños.

Una criada y un perro nos recibieron saliéndonos al encuentro:

Invitáronme a subir, a lo que accedí con gusto.

El aspecto interior de la casa era muy curioso.

Respirábase el aseo y buen gusto en todas partes; parecía que una mano cuidadosa había ido arreglando los heterogénicos objetos del mueblaje. Componíase esto de bancos de caña fijos en los dindines, brillantes mesitas de maque con elegantes centros llenos de flores, ligeras sillas de bejuco, una viejísima cómoda que servía de altar para una multitud de imágenes de la Virgen, de Santos y un Crucificado de la primitiva escultura de Paete. En un rincón de la sala estaban cuidadosamente colocadas cuatro maletas de cuero y un elegante neceser con incrustaciones de niquel.

—Hace dos días solamente, que hemos llegado a este pueblo —me dijo la anciana.— Veis todo esto desarreglado; casi casi está la casa tal como la hemos encontrado el primer día. Pero no obstante la ofrecemos con la más buena voluntad.