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QUO VADIS

Ursus contempló largo tiempo á Vinicio en silencio; mas al fin, tirando de su túnica, le preguntó: —Señor, ¿cómo has entrado? ¿Vienes á salvarla?

El joven levantóse entonces, y después de luchar por espacio de algunos momentos con la honda emoción que le agitaba, dijo: —Indícame los medios.

—Creí que los habrías encontrado tú, señor. Solamente uno me ha venido á la cabeza.

Y al decir ésto volvióse hacia el enrejado que cubría la abertura de la muralla y cual si se contestara á sí mismo, agregó: —Por allí.. pero habrá soldados fuera...

—Un centenar de pretorianos.

—Entonces no podríamos pasar?

—¡No!

El ligur se llevó la mano á la frente, y preguntó de nuevo: —¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Tengo una tessera de entrada, que me ha dado el sobrestante de las «fosas pútridas.» En seguida guardó súbito silencio, cual si una idea hubiera pasado por su cerebro en ese instante, y dijo con precipitada entonación: —¡Por la pasión del Redentor! ¡Ya he encontradol Me quedo en su lugar. Que tome ella mi tessera; puede envolverse la cabeza, echarse un manto sobre los hombros y pasar. Entre los esclavos que transportan cadáveres hay va rios muchachos de poca edad; así, pues, los pretorianos no han de reparar en el cambio, y una vez que ella se encuentre en casa de Petronio, estará en salvo.

Pero el ligur dejó caer sobre el pecho la cabeza, y dijo con desaliento: —Ella no consentirá, porque te ama; y luego, está enferma é imposibilitada para levantarse. Si ni tú ni el noble