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QUO VADIS

to no era limpio, sino una celada á la cual intentaba arrastrarlo un traidor.

En todo caso, al simple recuerdo de Ursus, un temblor nervioso recorría todo el cuerpo de Chilo. Se dijo que en la noche mandaría á Eurico en busca de noticias á la casa en donde había ocurrido aquel suceso.

Entretanto, necesitaba un refrigerio, un baño y un poco de reposo. La noche que había pasado en vela, el viaje á Ostrianum y la carrera hecha desde el Trans.

Tiber le habían fatigado excesivamente.

Mas, algo había que le confortaba en gran manera. Llevaba consigo dos bolsas: la que Vinicio habíale dado en su casa y la que le había arrojado en el camino de regreso del cementerio.

En vista de tan plausible circunstancia y de todas las emociones por que acababa de pasar, decidió comer abundantemente y beber un vino mejor que el acostumbrado.

Y cuando llegó por fin la hora de que abriesen la tienda de vino, cumplió tan al pié de la letra este programa, que se olvidó del baño.

Deseaba ahora dormir ante todo y el sueño le dominaba de tal manera, que hubo de encaminarse con paso vacilante á su domicilio del Subura, en donde le aguardaba la esclava, comprada con el dinero que Vinicio le diera.

Apenas hubo entrado á un dormitorio tan obscuro como la cueva de un zorro, se echó sobre la cama y en un instante quedóse profundamente dormido.

Solo al anochecer vino á despertar, mejor dicho fué despertado por la esclava, quien le llamó para decirle que una persona preguntaba por él y deseaba verlo con urgencia.

El cauteloso Chilo volvió en sí al punto, cubrióse apresuradamente con su encaperuzado manto y ordenando á la esclava hiciese á un lado miró con hacia afuera.

Y quedó como petrificado.