mira con particular predilección, segura de que las virtuosas mujeres que han tenido la abnegacion de hacerse sus compañeras, han regenerado por completo su espíritu, haciéndolas dignas de la misericordia divina, que de hoy más les ayuda en su camino.
¿Qué establecimientos de esta especie hay en España? Ninguno que sepamos. Y no es porque en nuestro país no haya caridad y mujeres de corazón, capaces de realizar grandes obras, de lo que es buen ejemplo nuestra historia, que registra en sus anales quizás las mujeres más notables del pasado, sino que falta estímulo para realizarlo, y que se trata de un asunto que, aunque de los más interesantes para una sociedad bien constituida, es de los mas olvidados en España.
Si en vez de permanecer inactivos, deplorando el mal de la aglomeración de los penados, y á veces llamando la atención sobre los peligros que ella puede tener para la sociedad, se formase una cruzada por la prensa periódica, ahora más que nunca que las circunstancias la privan de dedicarse á las discusiones candentes de la política, en este campo en que no pueden dividirla las diversas tendencias de los partidos militantes, pues todos de consuno claman contra el común peligro. Si de una vez se reclamase que, conformándose con las disposiciones vigentes, y si fuese necesario reformándolas, se llevaran á nuestras solitarias posesiones de los diferentes hemisferios, no sólo á todos los penados de grandes condenas, sino á cuantos presidiarios y sujetos á la vigilancia de la autoridad quisiesen trasladarse á aquellas posesiones, concediéndoles una tierra de que carecen, y facilitándoles los medios de crearse una familia, ó de reunirse con la que aqui tuviesen, encargándose el Estado de llevársela, esos grandes peligros que hoy nos amedrentan desaparecerian, creando al mismo tiempo un manantial de riqueza para nuestro desprovisto tesoro.
¿Qué ha hecho la Francia? Ha comenzado trasportando por cinco años lo menos, y por diez lo más, bien á Cayena ó á la Argelia los individuos colocados bajo la vigilancia de la policía, por haber quebrantado sus condenas ó reconocidos como afiliados en las sociedades de bandidos.
Ha ofrecido en seguida el ser trasportados también á los que estaban en los presidios y arsenales, de los cuales sólo á Cayena han ido más de tres mil.
Disponiendo que los deportados permanezcan en las colonias,