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los que han sido condenados á menos de ocho anos de cadena, otro tanto más al de su condena una vez cumplida, y los de más de ocho años que queden en la colonia por toda su vida.

En Francia se ha completado el trabajo, como ya hemos dicho más arriba, ofreciendo á los que han cumplido su condena, un refugio en las colonias contra las asechanzas de los demás criminales.

Pero lo que indudablemente ha dado el mejor resultado es el permitir á los penados trabajar para su propia rehabilitación. Al efecto los han empleado en trabajos del campo y en otros de utilidad pública. Después de dos años de hacerlo con buena conducta, pueden trabajar por su cuenta fuera de las penitenciarías, contraer matrimonio, y obtener concesiones de terreno, que pasados diez años en iguales condiciones, se pueden hacer definitivas, dándoles una propiedad y una familia de que antes carecían.

A los casados les ha facilitado el trasporte de sus familias, y á los que no la tenian, les ha proporcionado el medio de tenerla, ofreciendo iguales ventajas que á los hombres á las mujeres que saliendo de los establecimientos penales iban á reincidir ciertamente por la difícil situación en que se encontraban, y que de nuevo las habría arrastrado en la carrera del crimen.

Tómense iguales ó parecidas medidas en España, saqúense de la Península la mayor parte de los penados, vendiendo, como hemos indicado en otro trabajo [1] los establecimientos que hoy ocupan, con lo que podrá superarse la mayor de las dificultades que hay en nuestro país para realizar la reforma penitenciaria, que es la falta de recursos, y aunque otra cosa no se haga por el momento, el primer paso se habrá dado, y la reforma se llevará necesariamente á cabo.

En España desgraciadamente nos hemos acostumbrado á que todo lo hagan los Gobiernos; y como, por otra parte, por razones agenas á este trabajo, los resultados de la asociación no han sido tan beneficiosos como en otras partes; es necesario que la iniciativa venga de arriba para que se realice cualquiera reforma. Si esto es verdad en todo aquello que está al alcance de los particulares, es evidente que si el Estado no emprende la reforma en aquello que sólo él puede iniciarla, no surgirán á su sombra, ni las

  1. Mi discurso de entrada en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.