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disolventes del socialismo. En Italia los hombres que siguen las gloriosas huellas del Conde de Cavour son los que han llevado con admirable sentido político esa gran nación á la conquista de su unidad y de su independencia, al par que al ejercicio normal y ordenado de las instituciones constitucionales, evitando los escollos en que hubiera sin duda naufragado Italia si se hubiese dejado arrastrar por los delirios de los partidarios de las ideas exageradas y profundamente trastornadoras de Mazzini. Lo mismo sucederá sin duda en nuestra pátria; tal vez la tempestad revolucionaria que estamos corriendo llegue por algunos instantes á cubrir bajo sus olas embravecidas los elementos conservadores del país; tal vez su importancia parezca destruida por algunos momentos; pero la violencia desaparecerá, porque lo violento no es duradero; las aguas cobrarán su nivel, y seguirán sus corrientes ordinarias, volviendo á levantarse sobre su superficie las rocas que las contienen y encierran en su cauce, y entonces los verdaderos y legítimos intereses sociales recobrarán su saludable indujo. Los nuevos elementos que la Revolución haya creado se organizarán y coordinarán por los hombres conservadores del porvenir, porque, como afirmó con una sinceridad que le honra en uno de sus últimos discursos el Sr. Castelar, la gobernación de los Estados pertenece y ha de pertenecer siempre en todos los países á las clases y á las personas que representan esas ideas. La unión liberal tiene pues una gran misión en el porvenir; cualesquiera que sean las vicisitudes inmediatas que le esperen, será el partido gubernamental por revolucionario.

La anterior digresión se enlaza naturalmente con el asunto propio de este escrito, porque si es cierto que en el presente, y sobre todo en el porvenir, la unión liberal ha de desempeñar, en nuestra pátria, un papel tan importante como suponemos, todo lo que se relaciona con el que fué su creador y su jefe ha de inspirar vivísimo ínteres á los que se ocupan de política, que hoy es todo el mundo, porque por lo mismo que atravesamos una profunda y temerosa crisis, no hay nadie que no vea en ella comprometidos sus intereses más caros, al propio tiempo que los de la pátria.

El Sr. Navarro y Rodrigo ha tratado con mucha habilidad el asunto de su libro, que no es una biografía descarnada del General O'Donnell, sino una serie de cuadros magistralmente dibujados en que se presentan á la imaginación del lector las situaciones porque España ha atravesado desde la muerte del último monarca, agrupando artísticamente los sucesos alrededor del personaje que es, por decirlo así, el protagonista de la obra, y cuya vida es el elemento que le da unidad y que la conduce de un modo natural á su desenlace. La obra que examinamos recuerda, involuntariamente, los inmortales ensayos de Maccaulay ó el interesante libro que M. Guizot ha dedicado al ilustre Sir Roberto Peel, y no está hecho con menos habilidad ni con menos éxito que estas producciones: así es, que nosotros, que nos propusimos sólo hojearla para dar una ligera idea de ella á nuestros lectores, no hemos podido dejar de leerla desde la primera hasta la última página, absorbidos por el interés que nos inspiraban, no tanto los sucesos cencidos que en ella se refieren, sino la manera de narrarlos, la belleza y calor del estilo, y la imparcial profundidad de los juicios que el autor formula sobre las personas y sobre las cosas.

El General 0'Donnell empezó, como se sabe, su vida pública en la guerra de los siete años, lucha fratricida, pero gloriosa y fecunda, porque en ella, más que los derechos al Trono de dos individuos de la