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516 — La Guerra

industria; y la limitación de las ambiciones moscovitas en Oriente. El primero de estos fines lo ha asegurado por algún tiempo; por el segundo hará lo que pueda sin salir del terreno diplomático; por el tercero, se pondría en su caso, de parte de Austria, en aliada constante contra Rusia, su rival de ayer, de hoy y de mañana.

Italia, colocada entre la nación que le dio la Lombardía, y la que le facilitó la adquisición del Véneto, no es extraño que vacile. La cuestión de Roma pudiera haberla tentado á hostilizar á Francia; pero contra ésta, cuando Austria está más dispuesta á auxiliarla que á combatirla, habría sido una locura en Italia emprender la lucha. A pesar de lo mucho que ha adelantado, la unidad italiana no resistirla á la acción común de Austria y de Francia. Roma ha sido evacuada por las tropas francesas, y los problemas políticos del poder temporal del Papa y de la integridad y capitalidad del reino italiano van á ocupar nuevamente á los partidos y á la diplomacia; pero con una importancia separada de la cuestión de neutralidad. Parece cierto, entre tanto, que Italia se arma á toda prisa para estar preparada á intervenir en la guerra, y que sus simpatías oficiales son decididas á favor de los Franceses.

Las naciones de segundo órden no desean otra cosa que alejar de sus territorios los horrores y los desastres de la lucha. Bélgica ha temido con mucha razón por su independencia; Suiza ha tomado sus precauciones para que sus fronteras no sean violadas: Holanda ha considerado con recelo que por el Rhin el vencedor, cualquiera que sea, podrá inquietarla en sus intereses nacionales: Suecia está lejos, y, por tanto, tranquila; y Dinamarca, que guarda en su alma grandes rencores contra la Prusia, y que acaso se aprestaba á buscar las satisfacciones de la venganza, ha pensado, al ver que los principios de la guerra eran desfavorables contra Francia, que ésta está muy distante de su territorio, asi como Prusia es un vecino muy temible.

La guerra, pues, ha quedado limitada, á lo menos en su primer período, á Francia por una parte, y á Prusia, sus confederados y sus aliados, por la otra.


XIII.

De todos los Estados no hay ninguno cuya neutralidad se halle fundada sobre bases tan sólidas como la de España. Nádie desea