Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/91

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
89
 

¡Niño!—me dijo—. Id a dormir mientras yo velo ; yo soy quien debe ahora velar por vos.

—Pero vos—le dije muy bajito, ¿por qué no dormís?

—Yo no quiero dormir—replicó—por no perder un minuto del sentimiento de felicidad que me inunda. Tengo poco tiempo para saborear mi alegría; no quiero perder una gota de ella en el olvido del sueño. He venido a sentarme aquí para ver si os oía y para sentirme, al menos, cerca de vos.

—¡Oh!—murmuré, sin que las palabras salieran apenas de mis labios. Por qué estamos tan lejos, por qué este maro entre nosotros?

—¿Es entonces esta puerta y no nuestra voluntad y nuestro juramento lo que está entre nosotros?—dijo—. ¡Andad! Si no se opone a vuestro paso más que este impedimento material, podéis franquearlo.

Y oí que una mano descorría el cerrojo de su lado.

—Sí; ahora podéis hacerlo si no hay en vos algo más fuerte que vuestro mismo amor que domime, que subyugue vuestro arrebato; sí, podéis franquearlo continuó con un acento a la vez más apasionado y más solemne; no quiero deber nada sino a vos mismo; encontraréis un amor igual a vuestro amor; pero, ya os lo he dicho: ¡en este amor encontraréis también mi muerte!

El exceso de mi emoción; el impetuoso impulso de mi corazón hacia aquella voz; la violencia mo-