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Página:Ramos de violetas.djvu/160

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Amalia D. Soler

las dos; insensiblemente nos fuimos alejando la una de la otra; yo te recordaba siempre con melancólica ternura; sin embargo, tu risa glacial resonaba en mi oído, y murmuraba con pena: no nos entendemos, ¿para qué hemos de vernos? Tú entretanto, decías que yo te inspiraba lástima, y que debían encerrarme en una manicomio.

La divergencia de las ideas desata la cadena magnética que une á los seres entre sí, los fluídos pierden su poderoso influjo de atracción, volviéndose refractarios los unos con los otros, y de esta repulsión recíproca, nacen las grandes luchas que dividen a la humanidad.

Mi espíritu es débil para combatir; cuando encuentro adversarios de mis ideas, los dejo pasar, y también te dejé pasar á tí.


III

Supe tu muerte, cuando menos lo esperaba, me impresionó vivamente y quise saber dónde habían depositado tu envoltura terrenal y cómo habías vivido tus últimos momentos.

Seres extraños te rodearon. ¿Te acordaste de mí? no; si te hubieras acordado