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¡Era tarde!
Era una humilde aldea,
y en su pequeña iglesia
la campana voltea,
y á su clamor acuden presurosas
muchachas más bonitas que las rosas,
con ojos negros, grandes y expresivos,
que han hecho en este mundo más cautivos,
que hicieron los cristianos en Granada.
Sus cabellos en trenzas apretadas
descienden por su espalda,
y de flores del campo una guirnalda
todas van á ofrecer con fé sencilla
al santo que veneran reverentes,
y el entusiasmo en sus pupilas brilla.
¡Oh! almas puras, tranquilas é inocentes.
¡Dichosas de vosotras que la vida
pasais sin conocer los sinsabores!
y nunca las espinas
llegasteis á encontrar entre las flores!
Ancianos, niños, todos van gozosos,
no á la fiesta del santo únicamente,