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Ramos de violetas

si no á cubrir de flores la carrera
de una niña hechicera,
que en sus sienes ostenta pudorosa
la bendita corona de azahares,
y en sus labios de rosa,
dulcísima sonrisa revelaba
que soñaba en amar, y en ser dichosa.
Un hombre de severo continente,
de profunda mirada
y de espaciosa frente,
de abundantes cabellos
que la nieve dejó su huella en ellos,
en la niña fijaba
dulce, serena y paternal mirada.


A la iglesia llegaron
y ante el altar humildes se postraron;
la niña oró con el fervor sencillo
de los primeros años;
y él fijó su mirada
quizás en los profundos desengaños,
que tuvo al principiar esta jornada,
que unos la llaman vida y otros nada.
Un ministro de Dios crédulo y bueno,
les hizo sobre el santo matrimonio
algunas reflexiones,
diciendo al terminar: ¡Dios es testigo
que en su sagrado nombre yo os bendigo!


La pareja feliz salió del templo;
la jóven desposada
risueña y candorosa,
fijaba en el espacio su mirada,