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Recordación Florida. 315

aseguró en su amistad, volvió á su pueblo y señorío de Petapa, donde, tocando un tepunaguastle, con que solía hacer sus convocatorias en ocasiones de fiesta y alegría, los rebeldes de la montaña, asegurados en la reseña y en el blando natural de su cacique, volvieron á sus casas, pidiendo perdón del yerro cometido; y viendo el regalo que había recibido Cazhualam de mano de D. Pedro de Alvarado, se aseguraron de que los españoles eran hombres humanos y no tiranos como pensaron al principio.

Así se conservaron quietos y seguros los ánimos voltarios de aquellos indios petaponecos, sin movimiento ni ocasión que perturbase el sosiego y progreso de nuestras fundaciones y máximas, de asentar las cosas tocantes á el gobierno y buena policía de el país de Goathemala, hasta que, llegando el año de 1526, tuvo principio una universal perturbación, que corrompió muchos pueblos en la fidelidad y obediencia que habían prestado; teniendo fundamento esta sublevación, no en la calumnia que el pueblo impone á D. Jorge de Alvarado, fundada en tradición incierta y mentirosa, porque este caballero se hallaba este año en la ciudad de Mexico[1] y gobernaba por sí su hermano como propietario gobernador de este Reino, y á este caudillo D. Pedro de Alvarado, ó á los alcaldes ordinarios de aquel año que gobernarían por él en su ausencia, habremos de imputar el desmán y acaecimiento de estas perturbaciones, si bien no por ciencia tan severa que pase de tradición corriente aun entre los mismos indios. Sucedió, pues, que por el principio de este año, ó el mismo D. Pedro de Alvarado, ó Gonzalo de Alvarado, que era alcalde ordinario en compañía de Baltasar de Mendoza,[2] establecieron lo que se le imputa á don Jorge, equivocándolo con Gonzalo de Alvarado, que estando su nombre escrito en abreviatura en el original, algunos, trasladando mal, equivocan el nombre de Gonzalo con el de Jorge ó de Jerónimo, no habiendo habido tal Jerónimo de

  1. Libro I de Cabildo, fol. 12.
  2. Libro I de Cabildo, fol. 7.