permiso de levantar fortalezas, con 100.000 maravedís de sueldo por cada una, y merced de la isla de Santa Catalina por doce años, con tal que no sacase los indios fuera de ella; en cambio, se obligaba Alvar Núñez á llevar 8.000 ducados en caballos, armas, víveres y pertrechos de guerra. De sus hechos en el Río de la Plata nada diremos, enemigos de repetir lo que el lector puede ver en los Comentarios, obra de Pero Hernández, apasionada como escrita por un partidario de Alvar Núñez y que en cierta manera es una apología, más que historia imparcial, que no otra cosa podía esperarse de las circunstancias en que fué compuesta, cuando la ambición y el odio mutuo de los conquistadores hizo de las Indias un campo de Agramante.
La severa crítica de D. Félix de Azara[1] halló bastantes errores en los Comentarios; niega que se concediese á Núñez Cabeza de Vaca, según dicen éstos, el dozavo de lo que en el Río de la Plata se cogiera, entrase y saliese, pues tal cosa no constaba en las capitulaciones hechas con el Emperador; que las peripecias del viaje á la Cananea son increíbles; que no pudieron ir á la isla de Santa Catalina aquellos nueve desertores de Buenos Aires, pues esta ciudad estaba despoblada hacía dos años y medio; que Felipe de Cáceres, y no Pedro Estopiñán, fué quien llevó á Buenos Aires los
- ↑ Descripción é historia del Paraguay y del Río de la Plata. La publica su sobrino y heredero el Sr. D. Agustín de Azara, bajo la dirección de D. Basilio Sebastián Castellanos de Losada.—Madrid, 1847. Tomo II, págs. 60, 63, 64, 67, 68, 73 y 83.