Página:Relaciones contemporáneas - Ortega Munilla (1919).pdf/27

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
21
 

Ahora distingo su caballo blanco y su gran sombrero de paja.

Los Cabezuelos eran tres grandes peñascos de forma esférica que había a la derecha del camino, sobre una pequeña altura; y cerca de ellos venía un jinete, de desgarbado talle, flaco y huesudo como Don Quijote, cuyo Rocinante, peludo y trotón, hacía sonar, andando, el hierro del freno. Traía el jinete polainas de cuero, espuelas viejas y herrumbrosas, borceguíes blancos llenos de barro, y un gabán que, llenándose de aire, a manera de vela latina, con el andar del caballo, aumentaba la extraña apariencia del señor diputado.

Eladia le veía avanzar, y cuando estuvo cerca de la tapia del jardín, púsose en pie para saludarle.

—¡Hola, buenas mozas! ¿Cómo estáis? ¿No ha venido vuestro padre?—preguntó don Melitón, refrenando el feo jaco.

—Aun no. Y ya esperamos con impaciencia.

—Ha sido una locura ir hasta La Galianilla sin llevar gente armada—afirmó el diputado.

Hay algún peligro?—preguntó Narcisa con gran anhelo, mientras que Eladia daba a entender en su semblante la ansiedad con que esperaba la respuesta.

—Si he de hablaros con franqueza, le hay... Esos secuestradores... Esa compañía de muchachos de temple que capitanea Luisillo Cien Reales.

—¿Y andan por aquí hoy?—preguntó Eladia.

—¡Quién sabe dónde andan?—dijo el diputado, acariciando con una mano el cuello del Rocinan UNIVERSITY OF MICHIGAN LIBRARIES