Página:Relaciones contemporáneas - Ortega Munilla (1919).pdf/40

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
34
 

Se nos aguó la fiesta, se nos desbarató el paseo—repuso con mal humor don Sandalio—. Bien decía Bonifa esta mañana contemplando el cielo...

—¡Es un metereólogo ese Bonifa?—interrogó Angel.

—Es el mayoral de la labranza; pero sabe más de cosas de cielo que el mismo que inventó los barómetros... En el campo todos sabemos poco o mucho de esas cosas.

—Yo misma sé predecir la lluvia—dijo Narcisa.

—¡Cómo la predice usted?—preguntó Angel.

—Miro el Pico de Alerce, que es un monte que hay más allá del río, y si está arrebujado entre nubes, es cosa decidida.

—El refrán lo declara: «Alerce embozado, el prado mojado añadió Pantoja.

—Es una ciencia curiosa la de ustedes, en verso y todo.

Eladia era la más silenciosa de todos los comensales. Estaba pensativa y ruborizada. Quería hablar, y cuantas ideas acudían a su mente eran luego desechadas por vulgares y sandias. Iba arrancando flores del jardín de su modestísima inteligencia, y luego que tenía formado un ramo, arrojábalo lejos de sí por feo, pobre y mal oliente.

Había arreciado la lluvia, y al caer en el follaje del jardín, producía ruido seco; sobre el que se destacaban las notas cristalinas que el agua sonaba chocando con el vidrio del balcón.

—¡Ay, el mirlo se está mojando!—gritó Narcisa.

Y alzándose bruscamente, tanto que hizo tem.