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nador. Después, una criada les vino a avisar la llegada del juez. Regresaron a la casa. Era tiempo ya, porque el cielo habíase de nuevo tapado y proseguía la lluvia.

Villar Don Lucas, 15 de julio.

»Querido Claudio: No me has escrito desde que te marchaste de este horrendo villorrio. Estamos separados por doce leguas de tierra no más, y parece que han echado un mar entre nosotros. Pero aunque no me escribes, yo sé de ti por los operarios de la línea, que vienen frecuentemente a Villar Don Lucas para comprar provisiones y gastarse bonitamente el dinero que ganan en seis días de afanosa labor, en un domingo de embriaguez, blasfemias y puñaladas. ¡Bien me dan que hacer tus malditos operarios! Desde que vinieron a esta tierra ha aumentado el número de causas criminales de un modo que causa pavor. Las gentes dicen aquí que todo este desencadenamiento de pasiones lo trae consigo el ferrocarril. Yo respondo que cuando Noé se emborrachó no existían aún, que se sepa, las máquinas de vapor.

»Ves cómo no hay nada de aquello que tú me decías? ¿Ves cómo te engañaste? ¿Ves cómo un ingeniero, a pesar de que su oficio consiste en medir la cantidad y apreciar la calidad de las cosas materiales, puede errar de medio a medio como un soñador poeta?

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