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Pero, hombre, de Eladia no me dices nada. ¿Qué es esto? No tiene la que va a ser tu esposa un re cuerdo en tu memoria cuando escribes a los amigos?

»Te veo en mal camino. Ahora, que tú desechas mi profecía y me quieres arrebatar de la frente la llama de la presciencia, ahora es cuando yo vuelvo a repetirte lo que te aseguré entonees. Te conozco como a esta pícara tierra en que estoy trabajando.

He visto tu corazón como si hubiese hecho un túnel en tu pecho. ¡Ay, Garrido, Garrido, Garrido!

¡Que vas mal, que vas mal!—CLAUDIO CASTILLO.

«Villar Don Lucas, 7 de agosto.

Estoy mejor, y tú no has cumplido tu palabra.

Estas son las dos cosas que antes que todo debo decirte, Claudio Castillo. Mi pierna derecha empie▸ za a funcionar, y hoy ha sido el primer día en que he podido salir de mi cuarto desde aquel en que el maldito caballo de don Sandalio me lanzó al aire como un pelele. La fractura se ha consolidado, pero la debilidad de mi cuerpo continúa; tanto, que hoy, al mirarme al espejo que Narcisa me presentó, no he podido menos de entristecerme; estoy en los puros huesos, mi palidez es cadavérica, mi respiración jadeosa y cansada. Para aliviar este negro humor, cojo la pluma y te escribo.

»¡Caramba, que me vengas a ver en seguida! Te