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Acta de Pío XI

corresponda al Prepósito General de la Compañía de Jesús proporcionar personas adecuadas para los difíciles oficios de Presidente y profesores, y que a perpetuidad, ya sea personalmente, o por medio del Presidente, nos proponga directamente a Nosotros y a Nuestros sucesores, para su aprobación, las personas que quieran designar para las distintas cátedras del Instituto, y todas las medidas que parezcan beneficiosas para la conservación y cada vez mayor progreso del propio Instituto.

Por tanto, al final del sexto año a partir del día en que, no sin cierta inspiración divina, decidimos tomar estas medidas, nos place agradecer a Dios de todo corazón los muy felices frutos que ya han coronado nuestros trabajos. De hecho, el número de estudiantes y oyentes, si -como indica la propia naturaleza del Instituto- no fue y nunca será enorme, tampoco fue tan pequeño como para no tener que alegrarse profundamente de ver a estas alturas un selecto grupo de hombres, que pronto podrán emerger de la sombra de este gimnasio al campo abierto, instruidos con tal conjunto de ciencia y piedad, que no pueden esperar pequeñas ventajas para los orientales.

Y aquí, mientras encomiamos a aquellos Ordinarios, Obispos y Superiores de familias religiosas que, cumpliendo voluntariamente nuestros deseos, han enviado a Roma, desde la más variada diversidad de naciones y países, de Oriente y Occidente, a algunos de sus sacerdotes para que fuesen instruidos en las cuestiones orientales; y mientras exhortamos también a los Superiores de las otras instituciones más extendidas por el mundo a que sigan tan buen ejemplo, y no dejen de enviar, para formarlos en las escuelas de nuestro Instituto Oriental, a aquellos estudiantes que encuentren más idóneos y más inclinados a tales estudios. Después de esto, permitidnos, Venerables hermanos, recordarles el tema que no hace mucho tratamos con cierta amplitud, en la encíclica Mortalium animos. ¿Y quién podría ignorar ahora las discusiones que se están multiplicando en torno a la realización y fomento de una cierta unión que es completamente contraria a la mente de Jesucristo, Fundador de la Iglesia? ¿O quién no ha oído ya hablar de las disputas que suelen tener lugar en muchas partes, especialmente en Europa y América, disputas de gravísima importancia como en ellas se trata de los pueblos orientales, tanto de los unidos a la Iglesia romana, como de los aún separados de ella?