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Acta de Pío XI

cuya maravillosa belleza y la misma variedad de ritos en la unidad, verán resplandecer con especial fulgor.

Precisamente por considerar las ventajas que, para la causa cristiana, derivarán de la formación de los jóvenes tal como la hemos descrito, hemos estimado nuestro deber no reparar en trabajos para asegurar al Instituto Oriental, así confirmado por Nosotros, no sólo vida muy segura sino también, en la medida de lo posible, prospera gracias a nuevos avances. Por lo tanto, en cuanto tuvimos la oportunidad, le asignamos una sede propia en Santa María la Mayor en el Esquilino, destinando preferentemente para la compra y adecuación del convento de San Antonio una suma, que nos había llegado de la donación de un generoso Prelado, pasado no ha mucho a mejor vida, y de un piadoso varón de los Estados Unidos, para los que por esto deseamos y pedimos la mayor recompensa de los premios celestiales. Tampoco debemos ignorar la ayuda que llegó desde España para la construcción, en la nueva sede del mismo Instituto, de una biblioteca más amplia y cómoda. Al elogiar este ejemplo de liberalidad, Nosotros, que debido a la práctica y experiencia de tantos años pasados en la prefectura de las Bibliotecas Ambrosiana y Vaticana, bien podemos comprender cuán importante es dotar a esta nueva biblioteca de todos esos medios, de los que profesores y estudiantes -como de veneros, a veces ignorados pero muy ricos- podrán extraer cómodamente noticias del mundo oriental y difundirlas para utilidad pública. Nosotros sin detenernos por las dificultades, que prevemos muchas y graves, procuraremos recoger con todas nuestras fuerzas todo cuanto concierne a las regiones, costumbres, idiomas y ritos orientales, y quedaremos agradecidos a aquellos que, por su devoción al Vicario de Cristo, ayuden según sus fuerzas con ofrendas o dinero, libros, códigos, pinturas o cualesquiera otros documentos o vestigios del Oriente cristiano.

De aquí se seguirá, como esperamos, que las naciones orientales, viendo con sus propios ojos tantos espléndidos monumentos de la piedad, de la doctrina, de las artes de sus antepasados, entendrán como honra la Iglesia Católica a la verdadera, legítima y perenne "ortodoxia",