norable su vida y conquistan una posición espectable en sociedad. Entre nosotros, cada autor debe pagar la impresión de sus propios libros, que se apolillan en los estantes de los almacenes-librerías, si la casualidad no hace que las gentes vayan especialmente á comprarlos allí mismo: nadie vive, pues, de su inteligencia y de su pluma, si se esceptúa á los diaristas. Y sin embargo hay escritores! pero sólo perseveran los que á una vocación indomable unen cualquier medio de vivir, pues las letras son un lujo y un lujo caro que sólo proporciona satisfacciones egoístas, desde que ni siquiera regalando los libros se logra que sean leídos ! Preciso es convencerse, con todo, que mientras no exista la profesión de "hombres de letras", no habrá verdadera literatura nacional.
Se podría decir de la República Argentina lo que un reputado crítico ha dicho de la Bélgica : — que se imprime, en efecto mucho: obras de derecho, libros de ciencia, tratados de filosofía; panfletos políticos llenan las oficinas, y no se pasa un día sin traer nuevo alimento á la predilección del país por los estudios serios, pero "la vida política, profesional é industrial absorbe desde temprano las inteligencias : para un reducido núcleo que sigue de cerca el movimiento literario de las otras naciones, y, en las letras nacionales, trata de no permanecer demasiado